Cuando el tiburón de la publicidad Nelson Moss se vio de nuevo solo, sin la amada presencia de Sara, su amor imposible, decidió cambiar radicalmente de vida. Era una forma de homenajear a la mujer que le había proporcionado una nueva forma de ver su existencia y disfrutarla hasta el último instante. Su ejemplo no debería caer en saco roto. Sin trabajo a pesar de que otras agencias publicitarias estaban interesadas en contratar su privilegiada mente, Nelson optó por dejar el lujoso apartamento que tenía alquilado en el corazón de San Francisco y se trasladó con todos sus bártulos a la casa en la que había pasado su anodina infancia. Redecoró la vieja vivienda y se instaló en ella sin ningún prejuicio. Con el fin de conseguir unos ingresos fijos, se empleó en una pequeña empresa de diseño gráfico y dedicó su tiempo libre a gozar de los espacios abiertos, rememorando la costumbre adquirida con Sara de pasear por la playa, disfrutar de la conversación con los nuevos vecinos y